EL SANTO ABRAZO

Hacía inicios del siglo XIII surgieron las primeras ordenes "mendicantes" tales como los (comúnmente llamados) franciscanos y los dominicos, quienes sus fundadores, entablaron una gran amistad y sus respectivas órdenes fueron pilares de la Iglesia durante toda la segunda mitad de la Edad Media y hasta la actualidad; sin embargo, el encuentro y la amistad de estos dos santos surgió de muy peculiar manera.

En el año de 1215, el sacerdote y teólogo español, Domingo de Guzmán, preocupado por los problemas del mundo y de la iglesia del momento, sintió la necesidad de crear una Orden cuyos miembros estuvieran dedicados a la predicación, la contemplación, el estudio y la compasión, para ayudar a los hombres y mujeres de cada tiempo, junto a algunos compañeros que compartían con él el deseo de ser buenos predicadores, acudieron a la Archibasílica de san Juan de Letrán (dónde se celebraba el duodécimo concilio ecuménico) para pedirle a su santidad, el papa Inocencio III que aprobara su orden. La noche anterior a la audiencia de Domingo con el papa, tanto Domingo, como Inocencio III tuvieron un sueño...

Inocencio vio que el edificio de la Iglesia estaba ladeándose y con peligro de venirse abajo y que llegaban dos hombres, uno de hábito blanco y uno de hábito café, y le ponían el hombro y lo volvían a levantar.

Santo Domingo, por su parte, vio en sueños que la ira de Dios iba a enviar castigos sobre el mundo, pero que la Virgen Santísima señalaba a dos hombres que con sus obras iban a interceder ante Dios y lo calmaban. El uno era Domingo y el otro era un desconocido, vestido casi como un pordiosero.

Al día siguiente, al terminar la misa vio al que vestía como un mendigo, que era nada menos que el entonces ministro general de los Hermanos Menores, San Francisco de Asís. Al verlo, corrió hacía él, se dieron un abrazo efusivo y le dijo al poverello: Tú eres mi compañero; conmigo recorrerás el mundo. Establezcamos entre nosotros un compromiso de colaboración. Seamos fieles a Cristo, y no habrá adversario que pueda vencernos.

De ahí en adelante se creó una gran amistad al grado que ambas Órdenes llaman "Nuestro Padre" al Fundador de la otra, y que la imagen del fundador de la Orden hermana, tuviera lugar de honor en la propia iglesia conventual. Hoy son órdenes hermanas y ambas profesan admiración y devoción por los dos Santos Patriarcas pero con espiritualidades distintas: los dominicos predican un conocimiento de Dios a partir del estudio y los Franciscanos promueven un acercamiento a Dios a partir de la pobreza y la entrega al prójimo.